viernes, 16 de diciembre de 2016

En espera de sensatez ambiental

Cuando casi 200 naciones estaban reunidas por las Naciones Unidas el mes pasado en la cumbre del cambio climático en Marrakech, eran informadas por la NASA acerca de que los meses de octubre de los tres últimos años habían sido los más calurosos en el planeta desde que se llevan registros (1880). También eran alertadas con la información que la acumulación de gases invernadero este año registraba un valor record.

Las evidencias científicas son contundentes, no hay dudas de que las emisiones contaminantes están contribuyendo al aumento de la temperatura. Estas emisiones son generadas por el consumo de fósiles (carbón, petróleo y gas), más algunas prácticas agropecuarias y la deforestación.

No es sorpresa que estos fenómenos están ocurriendo, ya que en el siglo XX el PBI mundial se multiplicó 19 veces. La producción de bienes y servicios en el último siglo fue mayor a toda la producción acumulada desde el inicio de la presencia humana en la Tierra hasta fines del siglo XIX. En los primeros 18 siglos de nuestra era, hasta la Revolución Industrial, la población aumentó al modesto ritmo anual de 420 mil personas. El aumento de la población hoy es de 53 millones por año, es decir 126 veces más. Todo esto ha contribuido a un incremento en la utilización de combustibles fósiles, generadores de dióxido de carbono y otros gases contaminantes.

La temperatura de nuestro planeta es hoy casi un grado mayor a la vigente antes de la Revolución Industrial. El hielo en el Ártico ha disminuido en los últimos cuarenta años, disminución motivada por el incremento de la temperatura. El nivel de los océanos también viene aumentando y podrían crecer un metro más hacia fines de este siglo. Son numerosas las islas que corren el riesgo de su desaparición.

El impacto del cambio climático ya ha comenzado a sentirse: con altas temperaturas, tormentas, inundaciones y sequías. El cambio climático es el principal problema de naturaleza global que enfrenta toda la humanidad en el siglo XXI. Esta amenaza global requiere una solución global con compromisos de todas las naciones.

Preservar el planeta de los daños del calentamiento global, que ya comenzaron a sentirse en nuestro país afectando, por ejemplo, la disponibilidad de agua por el retroceso de los glaciares andinos al mismo tiempo que aumentan las inundaciones en el Noroeste, exigirá un gran esfuerzo. La meta es exigente, ya que requiere que dentro de 20 años se debería estar globalmente emitiendo un 30 por ciento menos de CO2 que hoy. Esto exigirá modificar el patrón de consumo de energía, deforestación y prácticas agrícolas. Como dentro de 20 años la población mundial crecerá en 1400 millones de habitantes y además el PBI mundial será el doble del actual, se trata de reducir las emisiones contaminantes por unidad de PBI más de un 65 por ciento. Es buena la noticia que en la última década los costos de las energías renovables han disminuido y las inversiones se han multiplicado más de siete veces. Por eso los tres últimos años han sido testigos de una gran expansión global de estas nuevas energías.

Protocolo de Kioto: ¿de qué se trata?

Protocolo de Kioto: ¿de qué se trata?

Es un acuerdo internacional, que tiene por objetivo reducir las emisiones de seis gases de efecto invernadero que causan el calentamiento global. 
En el año 1997, un grupo de países nucleados en la Convención de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, firmaron un acuerdo en Kioto (Japón), en el cual se comprometían a reducir la emisión de gases de efecto invernadero de forma significativa para el pasado 2012.

En ese momento, la importancia de la decisión recayó principalmente sobre los países más industrializados del mundo (EEUU, China, la Unión Europea, Rusia, Japón, Australia, Corea del Sur, Nueva Zelanda y algunos otros).

A partir de ese momento, el Protocolo de Kioto ha sido la fuente de incontables artículos (algunos en defensa, otros atacándolo) ya que es la única seria y global de una buena parte de los países del mundo para luchar de forma conjunta contra los efectos negativos del cambio climático, con efectos vinculantes y multas en caso de no cumplirse.

Hablando en concreto, muchos de estos países se auto-obligaban, mediante el firmado de este tratado, a ralentizar el aumento de sus emisiones de gases de efecto invernadero, o bien directamente a reducirlas, tomando como punto de referencia el año 1990, en valores que oscilaban alrededor del 5%.

El acuerdo fue ratificado por todos sus firmantes y entró en vigor, de forma vinculante para sus miembros, en 2005. Sin embargo, es notorio el caso de Estados Unidos, ya que si bien firmó el tratado en 1997, el senado del país nunca ratificó el acuerdo por lo cual el mismo nunca entró en vigencia en ese país.

Esto es particularmente grave ya que Estados Unidos es el segundo mayor emisor de gases de efecto invernadero en el mundo (únicamente después de China), y el mayor en términos de emisiones per cápita (sin contar algunas excepciones de países poco poblados). Es decir, Estados Unidos es quien contribuye de forma más drástica a las emisiones de gases de efecto invernadero en nuestro planeta, y también es uno de los países que menos está haciendo al respecto de forma explícita.

Así es que, lamentablemente, como todos compartimos un único planeta Tierra y el clima no conoce de fronteras demarcadas por el hombre, los esfuerzos de cambio por parte de unos países repercuten en los demás, y también la falta de esfuerzos.

Para entender este ejemplo mejor, podemos comparar los caso de China y Estados Unidos (los dos principales emisores) con nuestro país. Si bien nuestro país está en vías de desarrollo y por ende cuenta con recursos limitados al respecto, ratificó el Protocolo de Kioto, por lo cual se auto-obliga a cumplir los estándares fijados de reducción en las emisiones de gases de efecto invernadero. Esto es así para una buena parte de los países del mundo, aunque los objetivos fijados para cada país varían de forma importante de acuerdo a la situación económica global del país y al grado de contribución porcentual de este país respecto de las emisiones totales.

China es responsable de 30% del total de emisiones globales, y cuenta con un promedio de emisión de 7,6 toneladas por habitante (este es el indicador utilizado a nivel global para medir las emisiones per cápita). Estados Unidos representa el 15% del total de emisiones globales pero cuenta con un promedio de emisión de 16,5 toneladas por habitante. Nuestro país es responsable del 0,6% de emisiones globales y cuenta con un promedio de emisiones de 4,5 toneladas por habitante.

Esto indica que, aunque hagamos muchos esfuerzos y reduzcamos nuestras emisiones al mínimo, esto no tiene mucho efecto a nivel global cuando las emisiones de gases de los países que más contaminan continúan aumentando. De hecho, Estados Unidos emite más cantidad de gases de efecto invernadero que todo el resto del continente Americano combinado.

A nivel global, los únicos países que han hecho avances significativos en la materia son los miembros de la Unión Europea (entre los que destacan Francia y Alemania, por ejemplo, por tratarse de países altamente industrializados y densamente poblados) y Rusia, que si bien cuenta con menores recursos y una enorme extensión territorial, cuenta con indicadores positivos en todos los rubros medidos.

Así es como también decepcionan los casos de otros países industrializados y significativos como Australia, Japón, Nueva Zelanda y sobre todo Canadá. Ninguno de estos países logró avances de importancia durante los últimos 20 años, mientras que de hecho Canadá renunció al acuerdo de forma preventiva por miedo a sanciones.

En definitiva, todo esto nos sirve para ponernos en tema de forma un poco más global de la situación mundial del trato de emisiones de gases de efecto invernadero, la cual lamentablemente no es muy promisoria.

Luego de 20 años de charlas al respecto, de muchas convenciones, acuerdos firmados y ratificados, y de muchos países comprometidos en esta lucha, la verdad es que los países que han hecho mayores avances en la materia son aquellos que menor impacto tienen en el problema a gran escala.

Así es que el panorama no es muy alentador en lo que a cambio climático se refiere, a menos que sobrevengan cambios profundos a nivel político y paradigmático, particularmente en los países que más contribuyen a la problemática (China, Estados Unidos, y también otros más subdesarrollados pero industrializados y densamente poblados como Brasil, México e India).

El actual esquema de las cosas, con una economía global capitalista basada en modelos de globalización y consumo en continuo aumento no ayuda mucho en esta lucha, ya que las industrias que forman parte de este modelo son en gran medidas las principales responsables, por no encontrar vías sustentables de realizar las actividades que el hombre requiere.

Entre estas industrias, citamos puntualmente la energética, de transporte y alimenticia, ya que son los campos en los que se debería (y se puede) hacer mayores avances, pero el statu quo del petróleo y el modelo agroganadero no lo permitirá mientras que las compañías dueñas del modelo sigan teniendo réditos financieros descomunales en el proceso.

No debería extrañarnos que fuera en parte gracias a todo esto que iniciativas como el Protocolo de Kioto no prosperen demasiado, cuando las manos que tienen poder para hacer algo son las mismas a quienes realmente más les interesa que las cosas sigan como están.

EJERCICIO SOLDADURA FUERTE AL 22% DE PLATA Y DECAPANTE

lunes, 12 de diciembre de 2016

propano. EC calls for flammability standards review

EUROPE: The European Commission sees current flammable refrigerant standards as a barrier to low GWP alternatives and recommends that these should be urgently addressed.
The new Commission report is based on responses from 24 member states and is due to be published on January 1. It concludes that flammable refrigerant standards at international, European and national level appear to be a major barrier to the uptake of these climate friendly alternatives to HFCs.
In particular, the European Commission report sees a need to maximise charge sizes without compromising safety as well as allowing a more general use of risk management approaches for all refrigerants.
“To facilitate the achievement of the EU HFC phase-down and emission reductions in the EU and third countries as required by the Paris Agreement in the most cost-efficient way, these barriers should be addressed with urgency,” the report says.
The most relevant standards for refrigeration, air conditioning and heat pumps are EN 378, as well as the product standards IEC EN 60335-2-40 (for air-conditioning systems) and IEC EN 60335-2-89 (for integral and remote commercial refrigeration appliances). These take precedence over EN 378 but EN 378 has just recently been revised. Its parallel standard at the international level is ISO 5149. At international level, amendments to standards IEC 60335-2-40 and IEC 60335-2-89 are currently being discussed in the relevant IEC committees.
Restrictions
No member states reported any significant national restrictions on CO2 or ammonia in air conditioning and refrigeration that went beyond European requirements – although some stakeholders identified some restrictive rules on ammonia use in France. However, the same could not be said for flammables, whether highly flammable A3 hydrocarbons or the “mildly flammable” A2L HFOs.
A number of national decrees were identified in Italy, France and Spain that severely restrict the use of flammable refrigerants in air conditioning equipment in certain types of public access buildings. These requirements are said to go well beyond European and international standards.
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In Sweden, additional risk assessments are required for the use of flammable refrigerants, which respondents claim can lead to additional time and cost constraints.
Local building codes and fire regulations, as well as transport and storage-related codes, exist in a number of member states. These, again, can severely restrict the use of flammables.
The report claims that restrictions are inconsistently applied across national territories. In federal states barriers may exist at lower levels of government that are difficult to identify and address.
Some codes at a regional or local level can be unnecessarily strict, and rules applied locally by safety authorities often leave room for interpretation, which can hinder the widespread use of flammable refrigerants.
Germany reported that national rules for hydrocarbons are actually less restrictive than the standards at European or international level. However many end-users prefer following the more restrictive European standards.
The report calls for European standards organisations to facilitate the update of relevant standards and encourages all stakeholders to contribute. It also asks all member states that have restrictive national codes, standards or legislation to consider a review in the light of technical developments that would allow the safe use of alternative refrigerants.
Limiting the equipment charge size is currently the main way of minimising risks of flammable refrigerants. EN378 limits charge sizes to 150g but the recent revision to the standard introduces a new flammability category for HFCs and HFOs. This is expected to extend the use of these A2L refrigerants by allowing larger refrigerant charges if certain risk management measures are put in place or considered in the design of the equipment.
While these revisions go some way towards easing the use of HFOs, significant barriers are said to remain for the use of hydrocarbons.
The European Commission report sees EN378 as being unnecessarily restrictive in setting charge sizes for hydrocarbons that go beyond what is needed to guarantee safe use of the equipment. It maintains that risk minimisation in system design and use are not sufficiently considered for all flammable refrigerants to determine safe charge size.