Vivimos en un mundo tecnológico. Nuestro trabajo, entretenimiento,
salud, transporte, educación, economía y comunicación, entre otros,
dependen y se ven enriquecidos por la tecnología. Sin embargo, somos muy
pocos –y aún menos mujeres-- los que creamos tecnología y la utilizamos
como herramienta para resolver problemas.
El término alfabeto
digital se utiliza para describir a aquellos que saben utilizar una
amplia gama de dispositivos digitales, como teléfonos móviles,
ordenadores, tabletas, etc
Desde este punto de vista, podríamos
considerar que la gran mayoría de nuestros jóvenes, adolescentes y niños
son a día de hoy alfabetos digitales. Según el último estudio de Pew
Research Center sobre el uso de la tecnología en los adolescentes
norteamericanos, un 78% de ellos tienen un teléfono móvil y un 93%
tienen acceso a un ordenador.
Sin
duda, este nivel de adopción de la tecnología es positivo ya que
numerosos estudios corroboran el impacto positivo del acceso a la
tecnología e Internet en el desarrollo de un país. Mirando estas cifras,
podríamos pensar que las nuevas generaciones están plenamente
preparadas para ser competentes en el mundo digital. Después de todo,
son nativos digitales.
Sin embargo, ser alfabeto digital no va a
ser suficiente para poder contribuir a la sociedad del futuro. Ser
alfabeto digital es el primer paso para poder manejarse (¿sobrevivir?)
en un mundo altamente tecnológico. Si realmente queremos que las
próximas generaciones contribuyan a este futuro tecnológico, tenemos que
asegurarnos de que adquieren las capacidades para ser eruditos
digitales.
1.Ser erudito digital implica conocer con detalle cómo funciona la tecnología que usamos en nuestro día a día para poder crear a su vez nueva tecnología que contribuya al progreso
y nos ayude a afrontar los retos globales a los que nos enfrentamos,
incluyendo el calentamiento global, la crisis energética, el
envejecimiento de la población o la brecha entre ricos y pobres. Aunque
la tecnología no es suficiente para poder afrontar estos retos, la
solución a dichos retos en muchos casos tendrá un fuerte componente
tecnológico de tecnología que aún no hemos inventado.
2.Ser erudito digital conlleva
entender las diferencias entre, por ejemplo, hacer una llamada via
Skype y una llamada por teléfono tradicional; conocer que son y cómo se usan tus datos personales
capturados online; saber qué es el Big Data y cómo y para qué pueden
analizarse estas cantidades ingentes de datos; saber programar; tener
conocimientos de cómo funciona Internet, o una red social, o un
móvil/ordenador.
3.Ser erudito digital involucra
saber distinguir entre el contenido veraz y el no veraz, poder
contrastar contenidos digitales y crear nuevos contenidos propios.
4.Ser erudito digital requiere tener desarrollado un sentido crítico
para poder discernir entre el uso apropiado vs no apropiado de la
tecnología, entre su uso productivo y constructivo vs un uso que no es
ni productivo ni constructivo; y tener desarrollada la capacidad de
auto-control en el uso de una tecnología que, sin duda, cada vez más
está diseñada para ser adictiva.
5.Ser erudito digital comporta poder apoyarse en la tecnología para desarrollar nuestro potencial y
asimismo contribuir a desarrollar el potencial de la tecnología como
herramienta para la creatividad, para resolver problemas, para crear
oportunidades o mejorar la calidad de vida.
Desgraciadamente, no
debemos confundir el saber usar la tecnología con el saber cómo funciona
la tecnología. Y aunque nuestros hijos vivan enganchados a la
tecnología, tanto chicos como chicas, ¿cuántos de ellos saben cómo
funciona esa tecnología alrededor de la cual gira su vida?
Los
estudios indican que muy pocos. Un estudio de Horizon 2014 en Europa
enfatiza que los niveles de competencia digital de los niños y
adolescentes europeos son deficientes, y un estudio reciente de EU Kids
Online indica que dos tercios de los niños británicos de entre 9 y 10
años saben tanto sobre Internet como sus progenitores.
El recientemente publicado Estudio Internacional en Alfabetización sobre la Información y la Informática concluye
que las habilidades y los conocimientos necesarios para los jóvenes de
hoy deben ser enseñados y no se aprenden simplemente usando tecnología.
Este estudio examinó el nivel de competencia con los ordenadores y el
manejo de la información de 60.000 alumnos de 2ª de la ESO en 21
sistemas educativos en el mundo y encontró que los estudiantes no
adquieren las capacidades digitales necesarias si estas no son
formalmente enseñadas.
Por tanto, para conseguir que nuestros
jóvenes participen en el diseño del mundo que viene deberíamos tanto
enseñarles cómo funciona la tecnología, como ayudarles a desarrollar un
sentido crítico en el uso de dicha tecnología.
Porque una cosa es
usar y consumir, y otra muy distinta conocer. Que su hijo o hija
consuma tecnología es positivo, siempre que dicho uso sea consciente y
constructivo; siempre que dicho uso no sustituya experiencias vitales
fundamentales interaccionando con personas y objetos físicos (al menos,
de momento, dadas las limitaciones de la tecnología de hoy). Por
ejemplo, el tiempo compartido con familiares y amigos, la riqueza de las
conversaciones importantes cara a cara, son elementos fundamentales
para el desarrollo de nuestra inteligencia social y emocional.
La
empatía, la paciencia, el auto-control, la perseverancia, la
concentración continuada en una tarea compleja, la tolerancia, la
habilidad de gestionar el aburrimiento o de aceptar una gratificación a
largo plazo son cualidades necesarias que hoy en día difícilmente
podemos desarrollar y cultivar con experiencias exclusivamente
tecnológicas, que nos gratifican inmediatamente, con frecuentes
interrupciones. Es crítico encontrar el equilibrio en el uso de la
tecnología para que este uso realmente este aportando valor en nuestras
vidas.
Finalmente, una encuesta reciente por la Fundación
Española de la Ciencia y la Tecnología (FECYT) para determinar los
conocimientos de los españoles sobre ciencia y tecnología revela
resultados preocupantes:
Sólo un 15% de los españoles tienen
interés en la tecnología o la ciencia, porcentaje que baja hasta un 9,9%
en el caso de las mujeres.
Es fundamental que formemos a las generaciones futuras, y sobre todo a las chicas, a ser eruditos digitales.
Algunos
países ya han desarrollado iniciativas en este sentido. Uno de los
esfuerzos de mayor envergadura es probablemente la iniciativa del Reino
Unido de incorporar un currículum de ciencias de la computación en todos
los colegios, a partir de los cinco años. Además, hay programas
específicos para atraer a las niñas a las ciencias y la tecnología.
Los
niños y las niñas británicas aprenderán cómo se representan los datos
en los ordenadores y como se analizan dichos datos, aprenderán a
programar, a diseñar algoritmos, entenderán que es una red de
ordenadores, sabrán cómo se comunican los ordenadores, cómo funciona la
World Wide Web, los buscadores, las redes sociales, etc… A los niños y a
las niñas británicos se les estarán dando oportunidades para
desarrollar sus competencias digitales, para aprender a ser eruditos
digitales, ¿y a los nuestros?
Si no, el riesgo que corremos es
que haya una élite minoritaria –y homogénea-- de expertos que saben cómo
funciona la tecnología y estarán contribuyendo al futuro, creando nueva
tecnología; y una gran masa de gente que usara una tecnología que otros
han creado y no estará capacitada para contribuir a ese futuro
tecnológico.
Es importante destacar que la inacción no va a
resolver la situación que hay ahora. Por una parte deberíamos poder
ofrecer a nuestros niños una educación que les permita llegar a ser
eruditos digitales (ver blog anterior). Por otra parte, deberíamos
implementar acciones para fomentar vocaciones científico-tecnológicas entre
nuestros jóvenes y especialmente entre las chicas, ya que en el
contexto tecnológico hay una preocupante falta de diversidad de género
con porcentajes muy reducidos de chicas que estudian carreras
tecnológicas y aun menores de chicas que ejercen profesionalmente en
posiciones técnicas.
Algunas acciones incluyen dar más
visibilidad a las carreras tecnológicas y al trabajo de los
investigadores y sobre todo investigadoras en tecnología; identificar
embajadores que, en primera persona, compartan sus experiencias y cuyas
trayectorias puedan servir de inspiración a los estudiantes; ofrecer
oportunidades para experimentar con y hacer proyectos tecnológicos;
desbancar estereotipos erróneos sobre las carreras técnicas y los que
trabajamos en ella (e.g. son muy difíciles, quienes las estudian son
geeks con limitadas habilidades sociales, etc…), mostrando su vertiente
humana y su potencial para tener impacto positivo en la vida de todos y,
sobre todo, animar a nuestros jóvenes –especialmente las chicas-- a
considerar una carrera técnica como una opción profesional con un
inmenso potencial. El mundo necesita más ingenieros, y aún más
ingenieras.
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