jueves, 29 de diciembre de 2016
viernes, 16 de diciembre de 2016
En espera de sensatez ambiental
Cuando casi 200 naciones estaban reunidas por las Naciones Unidas el
mes pasado en la cumbre del cambio climático en Marrakech, eran
informadas por la NASA acerca de que los meses de octubre de los tres
últimos años habían sido los más calurosos en el planeta desde que se
llevan registros (1880). También eran alertadas con la información que
la acumulación de gases invernadero este año registraba un valor record.
Las evidencias científicas son contundentes, no hay dudas de que las emisiones contaminantes están contribuyendo al aumento de la temperatura. Estas emisiones son generadas por el consumo de fósiles (carbón, petróleo y gas), más algunas prácticas agropecuarias y la deforestación.
No es sorpresa que estos fenómenos están ocurriendo, ya que en el siglo XX el PBI mundial se multiplicó 19 veces. La producción de bienes y servicios en el último siglo fue mayor a toda la producción acumulada desde el inicio de la presencia humana en la Tierra hasta fines del siglo XIX. En los primeros 18 siglos de nuestra era, hasta la Revolución Industrial, la población aumentó al modesto ritmo anual de 420 mil personas. El aumento de la población hoy es de 53 millones por año, es decir 126 veces más. Todo esto ha contribuido a un incremento en la utilización de combustibles fósiles, generadores de dióxido de carbono y otros gases contaminantes.
La temperatura de nuestro planeta es hoy casi un grado mayor a la vigente antes de la Revolución Industrial. El hielo en el Ártico ha disminuido en los últimos cuarenta años, disminución motivada por el incremento de la temperatura. El nivel de los océanos también viene aumentando y podrían crecer un metro más hacia fines de este siglo. Son numerosas las islas que corren el riesgo de su desaparición.
El impacto del cambio climático ya ha comenzado a sentirse: con altas temperaturas, tormentas, inundaciones y sequías. El cambio climático es el principal problema de naturaleza global que enfrenta toda la humanidad en el siglo XXI. Esta amenaza global requiere una solución global con compromisos de todas las naciones.
Preservar el planeta de los daños del calentamiento global, que ya comenzaron a sentirse en nuestro país afectando, por ejemplo, la disponibilidad de agua por el retroceso de los glaciares andinos al mismo tiempo que aumentan las inundaciones en el Noroeste, exigirá un gran esfuerzo. La meta es exigente, ya que requiere que dentro de 20 años se debería estar globalmente emitiendo un 30 por ciento menos de CO2 que hoy. Esto exigirá modificar el patrón de consumo de energía, deforestación y prácticas agrícolas. Como dentro de 20 años la población mundial crecerá en 1400 millones de habitantes y además el PBI mundial será el doble del actual, se trata de reducir las emisiones contaminantes por unidad de PBI más de un 65 por ciento. Es buena la noticia que en la última década los costos de las energías renovables han disminuido y las inversiones se han multiplicado más de siete veces. Por eso los tres últimos años han sido testigos de una gran expansión global de estas nuevas energías.
Las evidencias científicas son contundentes, no hay dudas de que las emisiones contaminantes están contribuyendo al aumento de la temperatura. Estas emisiones son generadas por el consumo de fósiles (carbón, petróleo y gas), más algunas prácticas agropecuarias y la deforestación.
No es sorpresa que estos fenómenos están ocurriendo, ya que en el siglo XX el PBI mundial se multiplicó 19 veces. La producción de bienes y servicios en el último siglo fue mayor a toda la producción acumulada desde el inicio de la presencia humana en la Tierra hasta fines del siglo XIX. En los primeros 18 siglos de nuestra era, hasta la Revolución Industrial, la población aumentó al modesto ritmo anual de 420 mil personas. El aumento de la población hoy es de 53 millones por año, es decir 126 veces más. Todo esto ha contribuido a un incremento en la utilización de combustibles fósiles, generadores de dióxido de carbono y otros gases contaminantes.
La temperatura de nuestro planeta es hoy casi un grado mayor a la vigente antes de la Revolución Industrial. El hielo en el Ártico ha disminuido en los últimos cuarenta años, disminución motivada por el incremento de la temperatura. El nivel de los océanos también viene aumentando y podrían crecer un metro más hacia fines de este siglo. Son numerosas las islas que corren el riesgo de su desaparición.
El impacto del cambio climático ya ha comenzado a sentirse: con altas temperaturas, tormentas, inundaciones y sequías. El cambio climático es el principal problema de naturaleza global que enfrenta toda la humanidad en el siglo XXI. Esta amenaza global requiere una solución global con compromisos de todas las naciones.
Preservar el planeta de los daños del calentamiento global, que ya comenzaron a sentirse en nuestro país afectando, por ejemplo, la disponibilidad de agua por el retroceso de los glaciares andinos al mismo tiempo que aumentan las inundaciones en el Noroeste, exigirá un gran esfuerzo. La meta es exigente, ya que requiere que dentro de 20 años se debería estar globalmente emitiendo un 30 por ciento menos de CO2 que hoy. Esto exigirá modificar el patrón de consumo de energía, deforestación y prácticas agrícolas. Como dentro de 20 años la población mundial crecerá en 1400 millones de habitantes y además el PBI mundial será el doble del actual, se trata de reducir las emisiones contaminantes por unidad de PBI más de un 65 por ciento. Es buena la noticia que en la última década los costos de las energías renovables han disminuido y las inversiones se han multiplicado más de siete veces. Por eso los tres últimos años han sido testigos de una gran expansión global de estas nuevas energías.
Protocolo de Kioto: ¿de qué se trata?
Protocolo de Kioto: ¿de qué se trata?
Es un acuerdo internacional, que tiene por objetivo reducir las emisiones de seis gases de efecto invernadero que causan el calentamiento global.
En el año 1997, un grupo de países nucleados en la Convención de las
Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, firmaron un acuerdo en Kioto
(Japón), en el cual se comprometían a reducir la emisión de gases de
efecto invernadero de forma significativa para el pasado 2012.
En ese momento, la importancia de la decisión recayó
principalmente sobre los países más industrializados del mundo (EEUU,
China, la Unión Europea, Rusia, Japón, Australia, Corea del Sur, Nueva
Zelanda y algunos otros).
A partir de ese momento, el Protocolo de Kioto ha sido la
fuente de incontables artículos (algunos en defensa, otros atacándolo)
ya que es la única seria y global de una buena parte de los países del
mundo para luchar de forma conjunta contra los efectos negativos del
cambio climático, con efectos vinculantes y multas en caso de no
cumplirse.
Hablando en concreto, muchos de estos países se
auto-obligaban, mediante el firmado de este tratado, a ralentizar el
aumento de sus emisiones de gases de efecto invernadero, o bien
directamente a reducirlas, tomando como punto de referencia el año 1990,
en valores que oscilaban alrededor del 5%.
El acuerdo fue ratificado por todos sus firmantes y entró en
vigor, de forma vinculante para sus miembros, en 2005. Sin embargo, es
notorio el caso de Estados Unidos, ya que si bien firmó el tratado en
1997, el senado del país nunca ratificó el acuerdo por lo cual el mismo
nunca entró en vigencia en ese país.
Esto es particularmente grave ya que Estados Unidos es el
segundo mayor emisor de gases de efecto invernadero en el mundo
(únicamente después de China), y el mayor en términos de emisiones per
cápita (sin contar algunas excepciones de países poco poblados). Es
decir, Estados Unidos es quien contribuye de forma más drástica a las
emisiones de gases de efecto invernadero en nuestro planeta, y también
es uno de los países que menos está haciendo al respecto de forma
explícita.
Así es que, lamentablemente, como todos compartimos un único
planeta Tierra y el clima no conoce de fronteras demarcadas por el
hombre, los esfuerzos de cambio por parte de unos países repercuten en
los demás, y también la falta de esfuerzos.
Para entender este ejemplo mejor, podemos comparar los caso de
China y Estados Unidos (los dos principales emisores) con nuestro país.
Si bien nuestro país está en vías de desarrollo y por ende cuenta con
recursos limitados al respecto, ratificó el Protocolo de Kioto, por lo
cual se auto-obliga a cumplir los estándares fijados de reducción en las
emisiones de gases de efecto invernadero. Esto es así para una buena
parte de los países del mundo, aunque los objetivos fijados para cada
país varían de forma importante de acuerdo a la situación económica
global del país y al grado de contribución porcentual de este país
respecto de las emisiones totales.
China es responsable de 30% del total de emisiones globales, y
cuenta con un promedio de emisión de 7,6 toneladas por habitante (este
es el indicador utilizado a nivel global para medir las emisiones per
cápita). Estados Unidos representa el 15% del total de emisiones
globales pero cuenta con un promedio de emisión de 16,5 toneladas por
habitante. Nuestro país es responsable del 0,6% de emisiones globales y
cuenta con un promedio de emisiones de 4,5 toneladas por habitante.
Esto indica que, aunque hagamos muchos esfuerzos y reduzcamos
nuestras emisiones al mínimo, esto no tiene mucho efecto a nivel global
cuando las emisiones de gases de los países que más contaminan continúan
aumentando. De hecho, Estados Unidos emite más cantidad de gases de
efecto invernadero que todo el resto del continente Americano combinado.
A nivel global, los únicos países que han hecho avances
significativos en la materia son los miembros de la Unión Europea (entre
los que destacan Francia y Alemania, por ejemplo, por tratarse de
países altamente industrializados y densamente poblados) y Rusia, que si
bien cuenta con menores recursos y una enorme extensión territorial,
cuenta con indicadores positivos en todos los rubros medidos.
Así es como también decepcionan los casos de otros países
industrializados y significativos como Australia, Japón, Nueva Zelanda y
sobre todo Canadá. Ninguno de estos países logró avances de importancia
durante los últimos 20 años, mientras que de hecho Canadá renunció al
acuerdo de forma preventiva por miedo a sanciones.
En definitiva, todo esto nos sirve para ponernos en tema de
forma un poco más global de la situación mundial del trato de emisiones
de gases de efecto invernadero, la cual lamentablemente no es muy
promisoria.
Luego de 20 años de charlas al respecto, de muchas
convenciones, acuerdos firmados y ratificados, y de muchos países
comprometidos en esta lucha, la verdad es que los países que han hecho
mayores avances en la materia son aquellos que menor impacto tienen en
el problema a gran escala.
Así es que el panorama no es muy alentador en lo que a cambio
climático se refiere, a menos que sobrevengan cambios profundos a nivel
político y paradigmático, particularmente en los países que más
contribuyen a la problemática (China, Estados Unidos, y también otros
más subdesarrollados pero industrializados y densamente poblados como
Brasil, México e India).
El actual esquema de las cosas, con una economía global
capitalista basada en modelos de globalización y consumo en continuo
aumento no ayuda mucho en esta lucha, ya que las industrias que forman
parte de este modelo son en gran medidas las principales responsables,
por no encontrar vías sustentables de realizar las actividades que el
hombre requiere.
Entre estas industrias, citamos puntualmente la energética, de
transporte y alimenticia, ya que son los campos en los que se debería
(y se puede) hacer mayores avances, pero el statu quo del petróleo y el
modelo agroganadero no lo permitirá mientras que las compañías dueñas
del modelo sigan teniendo réditos financieros descomunales en el
proceso.
No debería extrañarnos que fuera en parte gracias a todo esto
que iniciativas como el Protocolo de Kioto no prosperen demasiado,
cuando las manos que tienen poder para hacer algo son las mismas a
quienes realmente más les interesa que las cosas sigan como están.
jueves, 15 de diciembre de 2016
martes, 13 de diciembre de 2016
lunes, 12 de diciembre de 2016
propano. EC calls for flammability standards review
EUROPE: The European Commission
sees current flammable refrigerant standards as a barrier to low GWP
alternatives and recommends that these should be urgently addressed.
The
new Commission report is based on responses from 24 member states and
is due to be published on January 1. It concludes that flammable
refrigerant standards at international, European and national level
appear to be a major barrier to the uptake of these climate friendly
alternatives to HFCs.
In particular, the European Commission report sees a need
to maximise charge sizes without compromising safety as well as allowing
a more general use of risk management approaches for all refrigerants.
“To facilitate the achievement of the EU HFC phase-down and emission reductions in the EU and third countries as required by the Paris Agreement in the most cost-efficient way, these barriers should be addressed with urgency,” the report says.
The most relevant standards for refrigeration, air conditioning and heat pumps are EN 378, as well as the product standards IEC EN 60335-2-40 (for air-conditioning systems) and IEC EN 60335-2-89
(for integral and remote commercial refrigeration appliances). These
take precedence over EN 378 but EN 378 has just recently been revised.
Its parallel standard at the international level is ISO 5149. At international level, amendments to standards IEC 60335-2-40 and IEC 60335-2-89 are currently being discussed in the relevant IEC committees.
Restrictions
No member states reported any significant
national restrictions on CO2 or ammonia in air conditioning and
refrigeration that went beyond European requirements – although some
stakeholders identified some restrictive rules on ammonia use in France.
However, the same could not be said for flammables, whether highly
flammable A3 hydrocarbons or the “mildly flammable” A2L HFOs.
A number of national decrees were identified in Italy, France and Spain that severely restrict the use
of flammable refrigerants in air conditioning equipment in certain
types of public access buildings. These requirements are said to go well
beyond European and international standards.
In Sweden, additional risk assessments
are required for the use of flammable refrigerants, which respondents
claim can lead to additional time and cost constraints.
Local building codes and fire
regulations, as well as transport and storage-related codes, exist in a
number of member states. These, again, can severely restrict the use of
flammables.
The report claims that restrictions are
inconsistently applied across national territories. In federal states
barriers may exist at lower levels of government that are difficult to
identify and address.
Some codes at a regional or local level can be unnecessarily strict, and rules applied locally by safety authorities often leave room for interpretation, which can hinder the widespread use of flammable refrigerants.
Germany reported that national rules for hydrocarbons are actually less restrictive than the standards at European or international level. However many end-users prefer following the more restrictive European standards.
The report calls for European standards
organisations to facilitate the update of relevant standards and
encourages all stakeholders to contribute. It also asks all member
states that have restrictive national codes, standards or legislation to
consider a review in the light of technical developments that would
allow the safe use of alternative refrigerants.
Limiting the equipment charge size is
currently the main way of minimising risks of flammable refrigerants.
EN378 limits charge sizes to 150g but the recent revision to the
standard introduces a new flammability category for HFCs and HFOs. This
is expected to extend the use of these A2L refrigerants by allowing
larger refrigerant charges if certain risk management measures are put
in place or considered in the design of the equipment.
While these revisions go some way towards
easing the use of HFOs, significant barriers are said to remain for the
use of hydrocarbons.
The European Commission report sees EN378
as being unnecessarily restrictive in setting charge sizes for
hydrocarbons that go beyond what is needed to guarantee safe use of the
equipment. It maintains that risk minimisation in system design and use
are not sufficiently considered for all flammable refrigerants to
determine safe charge size.
sábado, 10 de diciembre de 2016
martes, 6 de diciembre de 2016
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