Si hay una figura dentro del mundo de la electricidad que el siglo XXI ha recuperado, hasta convertirlo en un icono, ese es el ingeniero e inventor Nikola Tesla. Descrito por muchos como "el genio que iluminó el mundo", Tesla ya ha entrado en la cultura popular. Por ello, la Fundación Telefónica dedica una exposición a su figura. Comisariada por Miguel A. Delgado y María Santoyo, muestra todos los rostros de Nikola Tesla, científico brillante, hombre de su tiempo, visionario, extravagante, hoy héroe.
Solamente con abrir o cerrar un interruptor de una casa todo el mundo puede apreciar por qué Tesla recibe el nombre de visionario de la civilización basada en la electricidad. Casi cualquier cosa que lleve un enchufe se debe a sus ideas geniales y fundamentales, como la bobina de inducción y la corriente alterna. Además, inauguró la era de la radio.
“SOLAMENTE CON ABRIR O CERRAR UN INTERRUPTOR DE UNA CASA, TODO EL MUNDO PUEDE APRECIAR POR QUÉ TESLA RECIBE EL NOMBRE DE VISIONARIO DE LA CIVILIZACIÓN BASADA EN LA ELECTRICIDAD” |
No obstante, Marconi y Edison se llevaron todos los laureles. Muchos opinan que a pese a su gran imaginación, no tenía visión para los negocios. Ahí parece ser que estuvo el talón de Aquiles de Tesla, o no. Esta contradicción en su figura ha seducido no solo a “raros” alternativos, tal vez los primeros en revindicar su figura. Para comprenderla, pero también la de Michael Faraday, e imaginarnos un mundo sin Tesla solamente necesitamos sufrir un apagón. Nuestra dependencia de la electricidad es tal que sin ella es la metáfora de volver a las cavernas.
“He invertido todo mi dinero en experimentos para realizar nuevos descubrimientos que permitan a la humanidad llevar una vida un poco más fácil”, expresaba Tesla. Y así ha sido.
Tesla inventó las aplicaciones tecnológicas del conocimiento puro de Faraday. Tesla fue eso que ahora apreciamos tanto: emprendedor. Nacido en Smiljan, actual Croacia, en 1856, su club de fans no deja de crecer. El dramatismo, la incomprensión y la belleza se aúnan en su figura, por lo que el mito está servido. Edison, aparentemente su competidor, lo ha tenido más fácil: inventar la bombilla es la metáfora perfecta de tener una idea luminosa. Los seguidores de Tesla son más raros: activistas verdes del coche eléctrico, artistas de la vanguardia, adictos a los videojuegos, teóricos de la conspiración, amantes de los ovnis. Para disfrute de sus fans, Tesla anunció haber recibido señales de una civilización extraterrestre. Pero no solo los visionarios de Silicon Valley han reivindicado su figura, entre la magia y la realidad, y por ello ha sido un buen material para escritores como Thomas Pynchon y Jean Echenoz, que cerraba su ciclo de novela biográfica con Relámpagos, una historia sobre el raro científico e inventor, al modo de las Vidas imaginarias, de Marcel Schwob.
Pero su vida fue real y no solo leyenda. George Westinghouse se interesó por su gran idea: el motor de corriente alterna. Edison estaba empezando a comercializar los motores eléctricos de corriente continua. El motor de corriente alterna ideado por Tesla era (y sigue siendo) mucho más eficaz que el de Edison. La lucha fue larga y feroz, pero los motores de Tesla y Westinghouse se acabaron imponiendo, y con ellos los sistemas de distribución de corriente alterna, que se usan en todo el mundo. Tesla marcó incluso el camino hacia el SMS, el correo electrónico y el Whatsapp: “Cualquier persona, en mar o en tierra, con un aparato sencillo y barato que cabe en un bolsillo, podría recibir noticias de cualquier parte del mundo o mensajes particulares destinados solo al portador; la Tierra se asemejaría a un inconmensurable cerebro, capaz de emitir una respuesta desde cualquier punto”.
Gran ingeniero y con una memoria notable (heredada, según él, de su madre: analfabeta pero capaz de recitar poemas épicos serbios que ella nunca pudo leer), Tesla poseía, además, una infinita capacidad de trabajo: le bastaba con dormir dos horas al día y, si el trabajo lo requería, podía estar hasta 80 horas. Decía que no hay emoción más intensa para un inventor que ver una de sus creaciones funcionando. Esa emoción hace que uno se olvide de comer, de dormir, de todo. En 1915 se habló de un premio Nobel compartido con Edison. No se sabe hasta qué punto el rumor era real. El reconocimiento nunca llegó.
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