Los usuarios viven su seguridad en la red entre extremos, desde la paranoia a la despreocupación total. Como problema que es, no debemos menospreciar este hecho; es el mensaje que quiere trasladar El pequeño libro rojo del activista en la red, de la periodista Marta Peirano. En su prólogo, Edward Snowden nos inquieta con esta visión: “Gracias a los avances de la tecnología, los sistemas de vigilancia masiva de hoy pueden registrar en tiempo real todos los metadatos de todas las comunicaciones que se estén dando en cualquier país, todo con un coste y un grado de complejidad tan accesible que está al alcance de literalmente cualquier Gobierno del planeta. Esa acumulación de metadatos puede revelar una red completa de vínculos y asociaciones humanos, exponiendo cualquier interacción que pueda ser percibida como una amenaza para el régimen de poder establecido”.
Cada vez hay más libros que plantean los retos del uso de la red. La seguridad es, sin duda, uno de ellos. Este tema es inquietante, pero lo es todavía más el posible analfabetismo digital que vamos acumulando. La explosión de la virtualidad nos devuelve a viejos y nuevos planteamientos en un mundo cambiante. Y en el fondo del debate está nuestro concepto de educación y alfabetización digital.
Un estudio internacional que ha analizado las competencias digitales de los alumnos de 13 a 21 años deja patente que los estudiantes de secundaria no distinguen los contenidos relevantes de los que no son. Realizado en 18 países entre 60.000 estudiantes, sus conclusiones son extrapolables a todo el mundo desarrollado. Recogidas en el documento Tecnologías para la transformación de la educación, elaborado por el jefe de la División de Políticas Sectoriales, TIC y Educación de la Unesco, Francesc Pedró, también nos alarma al afirmar: “Muchos estudiantes que acceden a las universidades más prestigiosas no son capaces de explicar fenómenos científicos simples”. “Investigaciones recientes destacan que aunque los alumnos pueden ser capaces de calcular correctamente fórmulas científicas, a menudo no entienden los conceptos que subyacen a esas mismas fórmulas”, advierten los expertos en el mismo estudio. Pero han comprobado que el uso de aplicaciones tecnológicas que utilizan tres cuestiones -la visualización, el modelado y la simulación- “han demostrado ser poderosas herramientas para el aprendizaje de los conceptos científicos”.
Este informe se presentó en la XXIX Semana de la Educación de la Fundación Santillana. El país que tiene más alumnos en el nivel más alto es Corea del Sur (el 5%), seguido de Australia (4%) y la República Checa (3%).
“UN ESTUDIO INTERNACIONAL DEJA PATENTE QUE LOS ESTUDIANTES DE SECUNDARIA NO DISTINGUEN EN LA RED LOS CONTENIDOS RELEVANTES DE LOS QUE NO SON” |
¿Cuál es, por tanto, la formación que permite un uso responsable de los contenidos de la red, bien por seguridad, bien por utilidad? Esta pregunta está por responder. Se pone el énfasis en enseñar a buscar, pero se olvida el fondo intelectual, cultural y de formación que permite discriminar la cantidad de información que llena Internet. El debate educativo en España es confuso y se manifiesta en cambios de leyes, pero no en debates profundos sobre el papel vertebrador que va a desempeñar la educación virtual y lo lejos o lo cerca que estamos de conseguirla. Algún día habrá que abordar el tema más allá de hablar de los ordenadores que tiene una escuela.
La plataforma educativa estadounidense Its Learning, dirigida a profesores, estima que el aprendizaje a través de smartphones y tabletas crece todos los años un 18%. El 50% de los profesores utilizan tabletas en sus clases y el 70% de los alumnos nacidos a finales de la década de 1980 y principio de la de 1990 consultan y toman nota a través de estas nuevas herramientas.
El cambio de paradigma educativo es evidente, pero esto no lleva a hacernos preguntas de cómo se estructurará el conocimiento en estas nuevas aulas digitales. Cómo se encontrarán alumnos y profesores. A quién corresponde elaborar los materiales.
Ya en 2001 el periodista y especialista en redes Luis Ángel F. Hermana escribía en su revista digital en.red.ando y recogía en su libro Historia viva de Internet un artículo bajo el título ‘La alfabetización digital obligatoria’ en el que se hacía esta pregunta: “Los analfabetos que creó la imprenta de tipos móviles hoy gozan de buena salud en la mayor parte del planeta. ¿Podremos decir lo mismo dentro de unos años de los analfabetos digitales que creó Internet? “Si el mundo de las redes nos propone un entorno hipercambiante al cual debemos adaptarnos a una velocidad sin precedentes, deberíamos asumir que la educación debería dotar al individuo de los instrumentos cognitivos necesarios para afrontar dicho entorno. Esto significa mejorar sus mecanismos personales de respuesta y entrenar las habilidades y hábitos de su inteligencia emocional. En otras palabras, aprender a vivir en un mundo cambiante construido sobre unos cimientos tecnológicos específicos, como son las redes”, afirma Fernández Hermana.
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